martes, 13 de diciembre de 2011

Yo qué sé

Esta tarde, por casualidad, me topé con un verso:
damos la vida sólo a lo que odiamos
.

Pudiera ser.

viernes, 2 de diciembre de 2011

93

«No existe espacio si no existe luz. No es posible pensar el mundo sin pesar la luz [lo dijo Heráclito, lo dijo Einstein, lo dijo el Equipo-A en el capítulo 237, lo dijeron tantos]. Y sin embargo dentro de cada cuerpo todo es oscuridad, zonas del Universo a las que la luz jamás tocará, y si lo hace es porque está enfermo o descompuesto. Asusta pensar que existes porque existe en ti esa muerte, esa noche para siempre. Asusta pensar que un PC está más vivo que tú, que adentro es todo luz.»


Agustín Fernández Mallo, del libro Nocilla dream.

martes, 29 de noviembre de 2011

Refrán

Si no te veo, no te creo.

martes, 15 de noviembre de 2011

La princesa azul

Un enigmático y maravilloso cuento extraído del libro La princesa y la muerte, de Gonzalo Hidalgo Bayal:

«Cuando, después de muchos y numerosos preparativos, se casaron finalmente la princesa azul y el caballero vencedor, los festejos se prolongaron en el palacio durante varios días de banquetes, de músicas y danzas. El rey estaba orgulloso y satisfecho, porque adivinaba ya el cumplimiento de su sueño imperial, un porvenir glorioso, lleno de triunfos y esplendor, acaudillado por nietos regios y valerosos. Los súbditos, a su vez, veían con júbilo y alborozo cómo el más grande de sus héroes alcanzaba la cima de la dinastía que gobernaba el territorio desde hacía siglos. Terminadas las celebraciones, un amplio séquito acompañó a la joven pareja hasta el palacio del bosque que el rey había construido para su hija cuando era apenas una niña, en el que la princesa había disfrutado en los estíos de la infancia, en el que había refugiado después sus días de tristeza y soledad adolescente, en el que también había urdido los juegos secretos de la juventud. Ahora, al fin, el palacio del bosque se convertía en la morada de felicidad para la que desde un principio había sido edificado. Acompañados por servidores y doncellas, la princesa y el caballero fueron recorriendo las diversas estancias, cámaras lujosas, miradores luminosos, habitaciones privadas. De pronto, cuando, con galante solicitud, para evitarle todo esfuerzo a la princesa, el caballero extendió la mano para abrir una puerta azul que les salió al paso, la joven esposa se detuvo lívida y cortó en seco el movimiento del caballero. «No», dijo casi en un grito. El caballero la miró con menos asombro que sorpresa. «Sólo una condición os impongo para nuestra felicidad», dijo la princesa. Y ante la mirada interrogante del caballero prosiguió con mucha solemnidad: «Jurad ante Dios y ante los hombres que nunca jamás, nunca jamás, nunca jamás, abriréis esta puerta ni entraréis en esta habitación». El caballero vaciló un instante, se sumió brevemente en la hondura de la incertidumbre y finalmente aceptó la propuesta de la princesa. «Lo juro, lo juro, lo juro», dijo tres veces el caballero, en concordancia con la triple negación de la joven. Sólo entonces prosiguieron el recorrido y tomaron posesión entera y definitiva del palacio. Durante días y días la princesa espió el proceder del caballero. Se escondía con sus doncellas detrás de amplios cortinajes o en refugios sigilosos, como en sus juegos de chiquilla, y veían cómo el caballero pasaba alguna vez por delante de la puerta azul sin que en ningún momento flaqueara en el cumplimiento de su promesa.
Nunca se acercó a la puerta azul, ni se detuvo ante ella vacilante y pensativo, ni la miró siquiera de reojo al pasar. Era como si la hubiera borrado de su pensamiento para siempre. Salía y entraba en el palacio, recorría los bosques con algunos sirvientes, se dedicaba a la caza y procuraba en todo la felicidad perdurable de la princesa. Así se sucedieron días hermosos y apacibles, días azules y serenos, hasta que de pronto, de manera confusa y desgarrada, llegaron al palacio del rey noticias trágicas y estremecedoras. El caballero había muerto en el bosque degollado por sus propios servidores. Enseguida se tejieron numerosos rumores, tramas de envidias y de celos, asaltos de alimañas, crueles torneos, pero entre todos se alzó uno, terco y caudaloso, que acusaba del crimen directamente a la princesa. Todos los súbditos del rey asistieron un atardecer sombrío al regreso de la princesa viuda y vieron el desvarío de su rostro lívido y altanero, la insondable profundidad de una mirada tan hermosa como inhumana. Quiso el rey consolar la tristeza de su hija y le preguntó una y otra vez por la razón de la tragedia, pero la princesa permaneció callada y esquiva. Algunos cortesanos aseguraron después que, en una ocasión, en una sola ocasión, a solas con su padre, pronunció en voz baja una frase enigmática y abrumadora. «Yo hubiera entrado en la cámara secreta», dijo.»

sábado, 5 de noviembre de 2011

A usted

La ventana me remite a su coche,
el coche al beso,
el beso a la oreja que anda siempre perdiendo pendientes,
la oreja a la boca,
la boca a las medias porque las rompe,
las medias al...
- ¿Tienes un bolígrafo de más?
- Toma, y a ver si dejas de pedirme cosas,
que contigo al lado no hay quien coja un apunte,
Mari Carmen.


Almudena Guzmán, de Usted.

viernes, 28 de octubre de 2011

Punto final

El profesor siempre hablaba de los finales sentenciosos del poeta, pero no fue hasta toparme con el último poema de Habitaciones separadas que comprendí lo cierto que era.


Figura sin paisaje

He vendido mi alma dos veces al diablo
por monedas de niebla y curso clandestino
en países que nadie se ha atrevido a fundar.

Un realista que vive el mundo de los sueños
un soñador que quiere vivir la realidad.

Mal destino es el tuyo.
Así te va.


Luis García Montero, de Habitaciones separadas.

lunes, 17 de octubre de 2011

Lecturas acordes

Después de varias semanas acudiendo allí prácticamente a diario, de pronto me di cuenta de lo díficil que era retomar la lectura de Beltenebros en casa, sin la música tranquila y casi sensual que se escuchaba de fondo en el café que ya consideraba santuario (hipérboles que la escritura nos permite), junto al murmullo de las conversaciones cercanas, el sonido de los vasos y el ir y venir de los camareros. Acompañaban a la cadencia del lugar los pensamientos lúgubres de un Darman impasible y distante, el ambiente sórdido de la boîte Tabú, la atracción sin límites que proyectaba aquel cuerpo de mujer, objeto de incontrolable deseo, y el estilo inconfundible de Muñoz Molina.
Resultaba raro descubrir que sobre la "banda sonora" de la novela yo no tenía potestad alguna mientras que ésta, por el contrario, sí permanecía sujeta a los designios del dueño del local -quien lograba encajar a la perfección la melodía con los sucesos del libro- y a las charlas que allí se entablaban desde el momento en que entraba en el establecimiento hasta que me marchaba.

viernes, 14 de octubre de 2011

Ficción

Entonces, como quien saca la cabeza de un gran cubo de agua y vuelve a respirar, leí: lo dijo Diderot «detrás de cada poesía hay un embuste».
Y era cierto.

viernes, 30 de septiembre de 2011

La malcasada

Un poema fantástico, como su autor:

«Me dices que Juan Luis no te comprende,
que sólo piensa en sus computadoras
y que no te hace caso por las noches.
Me dices que tus hijos no te sirven,
que sólo dan problemas, que se aburren
de todo y que estás harta de aguantarlos.
Me dices que tus padres están viejos,
que se han vuelto tacaños y egoístas
y ya no eres su niña como antes.
Me dices que has cumplido treinta y cinco
y que no es fácil empezar de nuevo,
que los únicos hombres con que tratas
son colegas de Juan en IBM
y no te gustan los ejecutivos.
Y yo, ¿qué es lo que pinto en esta historia?
¿Qué quieres que haga yo? ¿Que mate a alguien?
¿Que dé un golpe de estado libertario?
Te quise como un loco. No lo niego.
Pero eso fue hace mucho, cuando el mundo
era una reluciente madrugada
que no quisiste compartir conmigo.
La nostalgia es un burdo pasatiempo.
Vuelve a ser la que fuiste. Ve a un gimnasio,
píntate más, alisa tus arrugas
y ponte ropa sexy, no seas tonta,
que a lo mejor Juan Luis vuelve a mimarte,
y tus hijos se van a un campamento,
y tus padres se mueren.»


Luis Alberto de Cuenca, de El otro sueño.

jueves, 29 de septiembre de 2011

La terminal

«Entonces me pasaba la mitad de la vida en los aeropuertos, y como en ellos ni el tiempo ni el espacio son del todo reales, casi nunca sabía exactamente dónde estaba y vivía bajo una tibia y perpetua sensación de provisionalidad y destierro, de tiempo cancelado y espera sin motivo. Inútil para cualquier forma no solitaria de vida, había terminado por recluirme en los hoteles y en los aeropuertos como quien se retira a un monasterio, y a veces creía tener, como los monjes, nostalgia de un mundo exterior que en realidad no me importaba.»


Beltenebros, Antonio Muñoz Molina.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Indispensable

Curiosamente, me gusta mucho más la versión que hace Fernando Maés de "Anoche estuvo aquí" que el propio Quique González. De hecho, me gusta tanto que cuando actúa en Salamanca suelo colarme en cada pequeña sala de la ciudad para oírsela interpretar. A veces hay suerte y lo hace; otras no. Poco importa. Su melodiosa y auténtica voz, la destreza magistral con la que se desenvuelve a la guitarra, su abrumador directo y el ambiente acogedor e íntimo que consigue crear en cada uno de sus conciertos, lo han consagrado como uno de los más grandes cantautores actuales de la ciudad universitaria por excelencia. Una caricia para los sentidos.

Nunca volver

Escuchado en Micro Abierto:

«Volver es arrepentirse.
El arrepentimiento provoca insomnio.
»


No se necesitan psiquiatras.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Puntos de vista

En aquella ocasión, al asomarme a la aceitunada plaza desde la Rúa Mayor, no me fijé en la imponente fachada de la Catedral, sino en el Palacio de Anaya que, desde aquel ángulo, palidecía irremediable e injustamente frente a ella.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Más M.A.S.

Hace escasos tres meses, me sorprendió una nefasta, funesta noticia: el bar Esperpento cerraba sus puertas y, con él, estos dos últimos años de lunes con Micro Abierto descubriendo poco a poco no sólo música y poesía, sino grandes artistas.
Me entristecí mucho pensando que quizás esa rutina que se había instaurado en nuestras vidas hacía poco tiempo y que se había convertido en algo que hacía especial y no tedioso el comienzo de la semana, iba a desaparecer para siempre. Pero cuál fue mi sorpresa cuando, días atrás, fui informada de que Micro Abierto regresaba, "en su nueva era" al bar El Savor de Salamanca.

Esta noche, algunos hemos sido testigos de ese renacer, con caras conocidas y otras que, no por serlo menos, dejan de ser necesarias, y nos hemos dado cuenta de que, aunque en otro lugar, el arte sigue siendo el mismo.

Todos los lunes a partir de las 22 h. más, mucho M.A.S.

martes, 13 de septiembre de 2011

La nausée

Lo más curioso del viaje sucedió dos días antes de irme cuando, comenzando a leer La Náusea, me asaltaron los retortijones.

martes, 6 de septiembre de 2011

Ideario

En su mente, un pensamiento fijo: las historias verdaderamente inmortales son aquellas que terminan de forma trágica.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Cuaderno de viaje

Fragmento.
Agosto, en algún lugar del mundo.

«(...) Es curioso cómo los viajes lo transforman a uno; estoy fuera de casa y me siento muy lejos de todo, no sólo físicamente. El recuerdo de la gente es difuso, se desvanece como el polvo en el aire, se escapa. Aquí parece que el tiempo no avanza, está paralizado y a la vez se agota.
No me acuerdo de la vida fuera de este sitio, es increíble, una sensación verdaderamente auténtica.»

viernes, 2 de septiembre de 2011

Volver

Sentados ayer por la noche en aquel banco, el brillo de la nostalgia asomando a los ojos, recordamos nuestros años comunes de instituto: los escasos profesores que se convirtieron en referentes intachables, guías de nuestra mente y de nuestra alma, las enseñanzas extraídas más allá de la docencia, la confianza latente y perceptible entre los compañeros, la magna idea que del honor teníamos, la amistad indestructible e imperecedera, la eclosión del amor en ciernes; también los codazos en la cafetería, por qué no, y la brevedad de los recreos.

Perdidos entre los recuerdos y por instantes transportados al pasado, ocupamos nuestros cuerpos descompensados, púberes, entre risas y palmadas durante unas horas, deseando de todo corazón volver a vivir aquello.

Al despedirnos, los dos notamos que algo había cambiado. Quizás la fuerza de los recuerdos, tan potente como suele ser, se resistía a dejarnos marchar de su maravilloso mundo, o quizás fuésemos nosotros quienes, arrastrados por aquel ideal y un poco confusos, no oponíamos demasiada resistencia.
Sea como fuere, la verdad es que nos costó mucho despertar de aquella fantasía y que, horas más tarde, no pude evitar sentirme embargada por una añoranza inmensa y profunda al darme cuenta de lo evidente: nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

jueves, 1 de septiembre de 2011

La lucha por la vida II

«Llegaron poco después otros y comenzaron todos a charlar a voz en grito.
Hablaron y discutieron una porción de cosas, de pintura, de escultura, de comedias. Manuel pensó que debían de ser personas importantes.
Habían clasificado al mundo. Tal era admirable; Cual, detestable; H, un genio; B, un imbécil.
No les gustaban, sin duda, las medias tintas ni los términos medios; parecían árbitros de la opinión, juzgadores y sentenciadores de todo. (...)

Los conciliábulos en el estudio de Álex se conoce que no bastaban a los bohemios, porque de noche volvían a reunirse en el café de Lisboa. Manuel, sin ser considerado como uno de ellos, era aceptado en la reunión, aunque sin voz ni voto.
Por lo mismo que no hablaba, se fijaba más en lo que oía.
Eran casi todos ellos de malos instintos y de aviesa intención. Sentían la necesidad de hablar mal unos de otros, de injuriarse, de perjudicarse con sus maquinaciones y sus perfidias, y al mismo tiempo necesitaban verse y hablarse.»


Mala hierba, Pío Baroja.

La lucha por la vida I

«Toda aquella tierra negra daba a Manuel una impresión de fealdad, pero al mismo tiempo de algo tranquilizador, abrigado; le parecía un medio propio para él. Aquella tierra, formada por el aluvión diario de los vertederos; aquella tierra, cuyos únicos productos eran latas viejas de sardinas, conchas de ostras, peines rotos y cacharros desportillados; aquella tierra, árida y negra, constituida por detritus de la civilización, por trozos de cal y de mortero y escorias de fábricas, por todo lo arrojado del pueblo como inservible, le parecía a Manuel un lugar a propósito para él, residuo también desechado de la vida urbana. (...)

Atraía a Manuel, sin saber por qué, aquella negra hondonada con sus escombreras, sus casuchas tristes, su cómico y destartalado Tío Vivo, su caballete de columpio y su suelo, lleno de sorpresas, pues lo mismo brotaba de sus entrañas negruzcas el pucherete tosco y ordinario, que el elegante frasco de esencias de la dama; lo mismo el émbolo de una prosaica jeringa, que el papel satinado y perfumado de una carta de amor.
Aquella vida tosca y humilde, sustentada con los detritus del vivir refinado y vicioso; aquella existencia casi salvaje en el suburbio de una capital, entusiasmaba a Manuel. Le parecía que todo lo arrojado allí de la urbe, con desprecio, escombros y barreños rotos, tiestos viejos y peines sin púas, botones y latas de sardinas, todo lo desechado y menospreciado por la ciudad, se dignificaba y se purificaba al contacto de la tierra.
Manuel pensó que si con el tiempo llegaba a tener una casucha igual a la del señor Custodio, y su carro, y sus borricos, y sus gallinas, y su perro, y además una mujer que le quisiera, sería uno de los hombres casi felices de este mundo.»


La busca, Pío Baroja.

martes, 30 de agosto de 2011

Nunca te has ido

Desde aquel improvisado balcón observaba la inmensidad del mundo y me daba cuenta de lo caótico de la situación y de la vida.

lunes, 15 de agosto de 2011

Antítesis

Lo que resultaba más curioso de aquella discoteca era el contraste entre el telediario que se televisaba en las pantallas del local y que no dejaba de repetir una y otra vez que el país se hundía, y los cuerpos ebrios y escasos de ropa que se contoneaban, ajenos, al ritmo de la música.

jueves, 28 de julio de 2011

Con la frente marchita

Sentados en corro merendábamos besos y porros. Y las horas pasaban deprisa entre el humo y la risa...

Siempre parecía sonar la misma canción al entrar en el coche y, como los viajes solían coincidir en domingo, el madrugón, la resaca y el cansancio que inevitablemente provocan las altas temperaturas le daban al ambiente un toque ciertamente singular.
Recuerdo que escuchaba con atención la voz de Adriana Varela entonando los versos de Sabina, sobre todo al final, cuando cantaba eso de «y no volví más a tu puesto del rastro a comprarte...». Todos permanecíamos en silencio lo que duraba la canción. Aunque estuviéramos hablando de algo interesante, daba igual. Comenzaba y nos callábamos, así de simple. Y al terminar, continuábamos hablando como si nada.
Esos acordes se habían convertido, sin que ninguno de nosotros lo pretendiera, en la más exacta encarnación del ocaso de la semana.

miércoles, 27 de julio de 2011

La búsqueda de nada

No veo la tele. Ni veo la tele ni hago deporte. Tan sólo paseo, de vez en cuando, por los lugares de la ciudad más alejados que se me ocurren. Sin predeterminación alguna. El único requisito importante es que en ellos haya vegetación; vegetación y poca gente. No camino en busca de iluminación divina o nuevas historias, ni tampoco para reflexionar sobre cuestiones profundas o filosóficas, simplemente lo hago porque mientras asciendo y desciendo por las innumerables cuestas de la ciudad, soy incapaz de pensar.
La inspiración raras veces me acompaña y, cuando lo hace, se va enseguida. Aun sabiéndolo, extrañamente nunca me doy cuenta de que se ha marchado hasta mucho más tarde, cuando regreso andando, sola, a casa.

domingo, 3 de julio de 2011

Adivinanza

Una suerte de potencia inmensa y acuosa, arrasadora, viva y sin conciencia. La causa última del olvido, la poesía tangible, valiente, húmeda. La despedida, en fin, el beso, el futuro incierto: la lluvia.

lunes, 27 de junio de 2011

Imprecisiones

Solía pasear por ciertos caminos pedregosos, a menudo sombríos y con frecuencia intransitables, las noches en que su habitual mansedumbre era sustituida por la melancolía.

En esas circunstancias en que, imprevisible, el espíritu pareciera que florece, revelando con fuerza su extraordinaria artificiosidad, es inevitable que los sucesos graves, tristes y, por encima de todo, pretéritos, acudan con pasmosa facilidad a la memoria.
En esas circunstancias, él solía pensar en ella.

Sin embargo y como a veces sucede, su recuerdo únicamente incluía un contorno difuso e indefinido, grisáceo y, por necesidad, insuficiente.

jueves, 16 de junio de 2011

Lo que debe ser pero no puede ser

Hace meses cayó en mis manos, por azares del destino o de la ventura, España invertebrada, de Ortega y Gasset. Considero importante resaltar el hecho de que si hoy ese ensayo se encuentra en mi estantería es por mera casualidad y no por inquietud propia, porque precisamente ha sido la casualidad, ligada al interés que despiertan todas las cosas -excepto las que han de estudiarse- en época de exámenes, la que ha hecho que me fijase esta mañana en el título de uno de los artículos: La magia del "debe ser". En él, escribe: «no basta que algo sea deseable para que sea realizable, y, lo que es aún más importante, no basta que una cosa se nos antoje deseable para que lo sea en verdad». Nada más.

domingo, 5 de junio de 2011

Gravedad

Un extraordinario relato procedente del libro Yo mataré monstruos por ti, de Víctor Balcells Matas:


Cerco un centro di gravitá permanente


Nos citamos en los alrededores de la refinería Repsol. He comprado vino y aceitunas y llevo una almohada para que durmamos la siesta bajo los pinos, le dije. Pero no había pinos. Pero no me hacía ni caso. Se miraba las uñas, ahora pintadas de negro.

Por qué me has citado aquí, le pregunté, aquí no podemos pasarlo bien. El gas en la cima de las chimeneas era fuego. Me mostró su mano. Ahora soy gótica, dijo, satánica, emo y post-rockera y tengo que estar triste. Tenía la cara manchada o maquillada de negro.

El tiempo pasa sin descanso, las cosas cambian.
Pero oh, preciosa, querubín, argonauta y vellocino de oro, déjame darte un beso.
Ni hablar, dijo ella, estoy desesperada, triste, ahogada en la miseria.
¿Entonces qué hacemos? ¿No somos novios?
Sí, somos novios, dijo, y se arrojó a mis brazos y me pidió que la protegiera, que la protegiera.
Entonces cenemos, hablemos o hagamos el amor, bajo los tilos, junto al río, o leyendo poemas de Hölderlin.
Nada de eso. Se separó de mí. Las gaviotas eran manchas de alquitrán, buitres girando en el cielo; el bar más cercano un surtidor de putas y obreros con destornilladores en la oreja, o cigarrillos, o palas o picos en la oreja; o directamente sin orejas, cortadas por las estratosféricas máquinas del aserradero, por las turbinas machacantes del astillero y la radiación nuclear.

Las transiciones vagas del amor son éstas: de la traición al tedio, del tedio al polígono, del polígono a la cama y otra vez a empezar desde cero. Pero siempre habrá fábricas de por medio.

¿Qué ha cambiado? ¿Qué te ha pasado? ¿Qué has hecho con tu vida? ¡Te amo! ¿Por qué estamos aquí?
Hemos quedado con mis nuevos amigos.
¿Qué?
¡Mis nuevos amigos!, dijo, tan contenta tocándose el pelo cibernético, rapado en uno de sus costados. Vamos a dar una vuelta en coche con ellos, dijo. ¿Un qué? Una vuelta en coche. Ahí vienen. Y a lo lejos entre el polvo un Seat León Tuning 2009 se acercaba pisando las palomas muertas. Al volante un héroe masacrado por la noche.

Oh, ser todopoderoso, dios menor, de dónde vienes y a qué discoteca vas. Se abrió la portezuela y entramos y nos ajustamos en el asiento de atrás. Busqué la mano de mi amada, pero no estaba, no había mano, no había amada, sólo un rugido de motor y la cara tapizada de granos de su conductor.

Qué pasa nen.
Hola.
Vladimir, este es mi novio de la ciudad ¿dónde nos llevarás hoy?
A que os curto el lomo. Vamos a un sitio que ni sus imagináis. Aceleración, el rey de la pista ha vuelto a las calles.

A cien por hora adelantando camiones y obreros que nos saludaban con los cascos desde las fábricas. Nissan Trucks, Astilleros Vulcano, Almirall Prodespharma, B.A.S.F., Pinturas Titán.

Mi amada reía como loca entregada al placer de la velocidad y se abrazaba a Vladichulo y yo miraba por la ventanilla la vida pasar, los vestigios de una llama antigua. Qué fue de ella, cómo cambian las cosas en una semana, en un día, en un instante, te giras en la cama y de pronto te das cuenta de que duermes con un monstruo. Pero para los monstruos, nosotros somos los monstruos.

Tío, eres aburrido de cojones, decía Vladichulo desde el volante encuerado.
¿Dónde vamos? ¿Dónde vamos? Le gritaba ella orgásmica, sobreexcitada una vez más, pero no por mí, enamorada una vez más, pero no de mí. Una vez más de decir, de no saber opinar, imponer, terminar a tiempo.

Me quiero bajar, dije de pronto. Reían, se atolondraban en el hipnótico adelantamiento de los polígonos.
¡Quiero bajar!, grité, y Vladichulo pegó un derrape y casi volcamos, pero no. Se detuvo el polvo entre el humo de la fábrica de papel. Vladichulo se giró. Me miró con sus gafas de sol. Ella también me miraba. Miraban los dos. Se amaban.

La Vía Láctea y la galaxia Andrómeda tienen un rumbo de colisión. El impacto se producirá dentro de millones de años, millones de años. Mientras tanto, dicen los científicos, sigue y seguirán siendo dos galaxias distintas (que se miran, que se escrutan sin comprenderse).

Pues bájate, pringao, dijo Vladichulo.
Adiós, dijo ella: en la vida, los olvidos no suelen durar.

Me apeé y me quedé allí junto a una pared, solo, sin nada en las manos, con mis zapatos. ¿No es eso lo más importante? Tener ojos para ver el mundo y pies para poder entrar en él. Eso es.

El Seat León arrancó de nuevo. Oí sus gritos sexys, como canciones de Kylie Minogue o granizados de limón en invierno.

¡Adiós, adiós, amor mío! Agitaba la mano. Adiós. Y el Seat cogía velocidad y se hundía en la carretera y al fondo el río Llobregat emitía sus efluvios. Eso no era París, eso no era el Sena ni Nôtre Dame. La refinería escupía, en el río se deslizaban ratas culpables, mutantes, y los niños jugaban con los neumáticos. Y allí estaba yo, saludando con la mano al final de todas las cosas cuando ocurrió aquello.

En un adelantamiento peligroso el Seat León viró bruscamente, salió de la calzada y voló por los aires. Así estaba yo, adiós adiós, sin deseos ni besos como túneles, y el Seat León volando por los aires y cayendo suavemente al río Llobregat, plof, alunizaje, amerizaje, fluvianaje o como se diga. Y desde una esquina de la fábrica de polímeros Cromlab S.L. observé por primera vez los mecanismos de las cadenas de montaje, y tuve conciencia de las máquinas, del día y la noche, ¡producción, producción!, y esto es lo que pasa cuando hay crisis, que aparecen los deshechos, que en el río Llobregat se hunden y naufragan los Seat León con los Vladichulos y, lo que es peor, que no se hunden solos, sino que se arrastran con nosotros hacia el fondo.

martes, 31 de mayo de 2011

Las formas del presagio

Tras descubrir hace días el letrero de esa calle, no pude quitármelo de la cabeza.
Desde entonces, cada vez que paso por allí -cuando la ruta coincide- lo observo con cierto ánimo esperanzador.
Siendo hoy mi último día en la ciudad y alentada por la inmediata proximidad de los exámenes, he querido permanecer en ella durante unos instantes por comprobar, tras la experiencia, si es verdad eso que anuncia. Veremos.



viernes, 20 de mayo de 2011

De trinidades

Dos microrrelatos extraídos del libro Cortometrajes, de Juan Ramón Santos Delgado. Una delicia.


De nuevo a vueltas con la trinidad

Basado en un hecho real.

Marcelo era un buen estudiante. Era consciente de que, siendo su padre agricultor, el futuro de la familia estaba cruzado por los azares de la meteorología, y también sabía de los no pocos esfuerzos que les suponía a su madre y a su padre el enviarlo cada mañana a estudiar a la ciudad, no ya por el gasto, sino por tener que renunciar además a una mano de obra que, en ciertos períodos del año, se hacía casi imprescindible. Católico, le reprochaba cada noche antes de dormir a Dios el que, habiéndonos creado a su imagen y semejanza, se hubiese reservado para sí el estupendo invento de la trinidad. Cada noche hallaba nuevos argumentos para discutir con el Creador en torno al tema. De todos es sabido que la paciencia de Dios como Dios mismo es infinita, pero Marcelo debió pillarlo en un día malo, de debilidad, y consiguió sus reivindicaciones. El milagro se operó después de la cena, cuando la madre de Marcelo acababa de dejar sobre la mesa, junto al plato de su hijo, un yogur de fresa. Estaba de espaldas fregando unos cacharros cuando oyó a Marcelo pedir dos yogures más. Al volverse allí estaba sentado Marcelo en trinidad. Comiéndose los tres Marcelos los tres yougures de fresa explicaron la nueva situación tranquilamente a sus padres que, aunque al principio anonadados, católicos también y por la evidencia palpable de la gracia divina vertida sobre su hijo, comprendieron y se sintieron muy felices ante las posibilidades que abría la trinidad sobrevenida del chaval.

Se despertaron los tres a las siente de la mañana. Uno de los Marcelos se fue con el padre al campo, donde siempre había algo que hacer. Los otros dos guardaron los libros en la mochila y se fueron a coger el autobús. Por suerte siempre sobraban asientos. Era aquél un autobús muy católico en general que enseguida creyó en aquella aplicación práctica y palpable del dogma de la Santísima Trinidad. Hubo un ateo que preguntó por el tercer Marcelo y no quiso creer explicación alguna, atribuyendo el milagro a una clonación súbita -qué afán el de los ateos por explicarlo todo desde la ciencia-. Hubo también un par de agnósticos que ignoraron por completo el fenómeno, el uno escuchando música en su wakman, el otro leyendo una novela de Pérez Reverte.

Llegados al instituto, uno de los Marcelos entró en clase y, como habitualmente hacía Marcelo en su anterior limitada humanidad, atendió a las clases, se esforzó haciendo ejercicios y se tomó a media mañana un bocadillo de tortilla del bar. Es cierto que por boca de los compañeros que con él vinieron en el autobús se fue corriendo la noticia, pero la gente lo fue aceptando con naturalidad. El profesor de religión, un sacerdote, pensó incluso improvisar una unidad didáctica sobre la Santísima Trinidad con la conocida historia de San Agustín, el ángel, la playa, el mar y el agujerito en la arena pidiendo permiso al jefe de estudios para que Marcelo lo acompañara para dar esas clases.

El tercer Marcelo hizo lo que el responsable Marcelo primitivo y único había deseado siempre, irse por ahí con esos compañeros que, si bien acaban suspendiendo y repitiendo a final de curso, a cambio disfrutaban de lo lindo el resto de los días del año. Anduvo de bares, tomando litros de cerveza y fumando algún que otro porro. Aquel día fue el centro de atención del grupo, la novedad, un tercio de trinidad de Marcelo emborrachándose con ellos, con los gamberros, con lo formalito que había sido siempre Marcelo cuando era uno y no trino, uno a secas.

Vuelve a ser de noche en el pueblo y vuelven los tres Marcelos a remover con sus tres cucharillas sus tres yogures. Tres besos de buenas noches de su madre y por fin a acostar. Recordemos que Marcelo, aun siendo trino, es uno, y que, sin dejar de ser cada uno de los tres que están tumbados en tres camas diferentes, improvisadas en su cuarto tan divinamente como sólo puede improvisar una madre, es los tres a la vez, tres personas distintas y un solo Marcelo verdadero, y que, sea como sea -más fácil es meter toda el agua del mar en un pocito escarbado con el dedo en la arena que comprender todo esto-, está a la vez acostado en las tres camas, y siente el cansancio acostumbrado de todas las noches por el ir y venir en el autobús a la ciudad, atender en clase y hacer las tareas, pero siente esta noche también un tremendo dolor en los riñones por la falta de costumbre de trabajar con la azada, y una zumbona resaca de alcohol y marihuana. La tercera noche, para que todo cuadre, ya que con trinidades estamos a vueltas, Marcelo decide hacerse hindú y posponer sus diversos proyectos de vida para diversas vidas sucesivas. Que nadie busque segundas intenciones ni moralinas, que todo esto no es más que la relación de unos hechos extraordinarios de que tuve reciente noticia.

***

Último guiño a la trinidad

Se me olvidó mencionar que Joaquín, compañero de mesa de Marcelo en clase, una de esas mañanas, estimando las posibilidades que abría la trinidad de su vecino, sus pros y sus contras, volvió el rostro hacia los ventanales y, ante la evidencia irrefutable del bello perfil adolescente de María recortado sobre el paisaje nebuloso y teñido de amanecer, afiló con deleite el lápiz y anotó en un margen del tema cinco del libro de Historia del Mundo Contemporáneo:

Quisiera ser uno y trino
Para estar contigo
Para estar contigo
Para estar contigo

lunes, 16 de mayo de 2011

Sucederá

Muy pocas veces he sabido cómo expresar lo que tan exactamente describe Manuel Altolaguirre en un único y magnífico verso:
dejarás de ser tú, aunque no mueras
.

Del poema No me has querido.

Cavalo Morto

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.

Un poema de Lèdo Ivo es una luciérnaga que busca una moneda perdida. Cada moneda perdida es una golondrina de espaldas posada sobre la luz de un pararrayos. Dentro de un pararrayos hay un bullicio de abejas prehistóricas alrededor de una sandía. En Cavalo Morto las sandías son mujeres semidormidas que tienen en medio del corazón el ruido de un manojo de llaves.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.

Lèdo Ivo es un hombre viejo que vive en Brasil y sale en las antologías con cara de loco. En Cavalo Morto los locos tienen alas de mosca y vuelven a guardar en su caja las cerillas quemadas como si fuesen palabras rozadas por el resplandor de otro mundo. Otro mundo es el fondo de un vaso, un lugar donde lo recto tiene forma de herradura y hay una sola tarde forrada con tela de gabardina.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.

Un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo es un río que madruga para ir a fabricar el agua de las lágrimas, pequeñas mentiras de lluvia heridas por una púa de acacia. En Cavalo Morto los aviones atan con cintas de vapor el cielo como si las nubes fuesen un regalo de Navidad y los felices y los infelices suben directamente a los hipódromos eternos por la escalerilla del anillador de gaviotas.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.

Un poema de Lèdo Ivo es el amante de un reloj de sol que abandona de puntillas los hostales de la mañana siguiente. La mañana siguiente es lo que iban a decirse aquellos que nunca llegaron a encontrarse, los que aún así se amaron y salen del brazo con la brisa del anochecer a celebrar el cumpleaños de los árboles y escriben partituras con el timbre de las bicicletas.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.

Lèdo Ivo es una escuela llena de pinzones y un timonel que canta en el platillo de leche. Lèdo Ivo es un enfermero que venda las olas y enciende con su beso las bombillas de los barcos. En Cavalo Morto todas las cosas perfectas pertenecen a otro, como pertenece la tuerca de las estrellas marinas al saqueador de las cabezas sonámbulas y el cartero de las rosas del domingo a la coronita de luz de las empleadas domésticas.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.

En Cavalo Morto cuando muere un caballo se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, cuando muere un evangelista se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, cuando muere Lèdo Ivo llaman al sastre de las mariposas para que lo resucite. Háganme caso, los recuerdos hermosos son fugaces como las ardillas, cada amor que termina es un cementerio de abrazos y Cavalo Morto es un lugar que no existe.


Juan Carlos Mestre.

viernes, 13 de mayo de 2011

De singularidades

Algunas veces -yo lo sé- cuando al caer la tarde levanta el toldo y, de improviso, el verdor del paisaje impacta en sus ojos, suspira.
Le apenan los días tibios y soleados. Le recuerdan a Gregorio Samsa.

Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla

12/05/2011

Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
con una vara de mimbre
va a Sevilla a ver los toros.
Moreno de verde luna,
anda despacio y garboso.
Sus empavonados bucles
le brillan entre los ojos.
A la mitad del camino
cortó limones redondos,
y los fue tirando al agua
hasta que la puso de oro.
Y a la mitad del camino,
bajo las ramas de un olmo,
Guardia Civil caminera
lo llevó codo con codo.

*

El día se va despacio,
la tarde colgada a un hombro,
dando una larga torera
sobre el mar y los arroyos.
Las aceitunas aguardan
la noche de Capricornio,
y una corta brisa, ecuestre,
salta los montes de plomo.
Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
viene sin vara de mimbre
entre los cinco tricornios.

*

-Antonio, ¿quién eres tú?
Si te llamaras Camborio,
hubieras hecho una fuente
de sangre con cinco chorros.
Ni tú eres hijo de nadie,
ni legítimo Camborio.
¡Se acabaron los gitanos
que iban por el monte solos!
Están los viejos cuchillos
tiritando bajo el polvo.

*

A las nueve de la noche
lo llevan al calabozo,
mientras los guardias civiles
beben limonada todos.
Y a las nueve de la noche
le cierran el calabozo,
mientras el cielo reluce
como la grupa de un potro.


Federico García Lorca.

Retour à la fin

11/05/2011

Al regresar esta tarde al piso después de asistir a la última clase magistral del cuatrimestre, he dado un gran rodeo para despedirme de la ciudad. Quedaría muy poético decir que, mientras lo hacía, se me iban pasando por la mente los sucesos más característicos del curso, pero lo cierto es que lo único que pensaba era que hacía un calor asfixiante y que la manía que tenían algunos Comedores de servir gazpacho en noviembre y lentejas en mayo, no parecía que fuese a desaparecer nunca.

No obstante y en gran parte debido a la melancolía que suelen despertar las tormentas de verano, asomada a la terraza, me he puesto a pensar en el significado de los finales. O de los inicios. En el significado de las circunferencias, al fin y al cabo. Y estando yo ocupada en este tipo de cavilaciones -cavilaciones que, como la mayoría, son más un sinsentido que otra cosa- ha sonado Home.
Al final, lo único que permanece (si es que eso es posible).

lunes, 2 de mayo de 2011

Invictus

«El perdón libera el alma, disipa el temor.»

viernes, 22 de abril de 2011

La quintaesencia

No alcanzaba su imaginación a comprender por qué el término de la lectura de aquella novela la había sumido en una marea confusa de sentimientos. La había elegido al azar, una tarde lluviosa de abril, entre tantas otras aposentadas en la estantería. Y sin embargo, cuando terminó de leerla y cerró el libro casi con solemnidad, se preguntó quién habría sido la auténtica electora.

Pensó en Kandinsky, y en unos versos que él había escrito tiempo atrás y que ella había retenido en su memoria casi sin darse cuenta. El recuerdo de esos versos la hizo sentir triste, y esa tristeza se sumó a la lluvia, y al recuerdo difuso de la infancia, y al eco confundido de la juventud.
Pensó en la felicidad y en la intelectualidad, en acordes algo nostálgicos gestados por guitarras españolas, en la muerte y en lo absurdo, en el tedio de los períodos estivales que se sucedían frente a aquella ventana, en la incesante búsqueda de la sensibilidad, en el mayúsculo significado de la ciudad, en las flores blancas y en la culminación del espíritu -acaso autorrealización, vértice endeble del insigne poliedro.
Pensó además en otras cosas, más complejas o incoherentes, según se mire. Trató, en definitiva, de desentrañar los misterios de la existencia, y no lo logró.

Se podría llegar a la conclusión de que tamaña frustración seguramente la llevara al suicidio o a algún tipo de encierro voluntario o a una vida de ermitaña contemplación.
Sin embargo y en contra de lo que pudiera parecer, al poco tiempo de leer esa novela y coincidiendo con el reinicio de las clases presenciales en la universidad, se olvidó de tan trascendentales temas. Sólo los rescataba alguna vez, cuando se veía rodeada de intelectuales más por obligación (víctima de las circunstancias) que por verdadera inquietud, y escuchaba a alguno de ellos citar a Camus, exclamando con ciego convencimiento: «los hombres mueren y no son felices».

jueves, 14 de abril de 2011

Paseos de madrugada VII

Olía a verde y a humedad: olía a principios de primavera.
Recuerdo que di muchas vueltas. Paseé por el camino iluminado que se sitúa por detrás de la muralla y observé el balcón de la dama, aunque ella ya no estaba. Tampoco estaba encendida la luz del Jardín Imaginario que me gustaba admirar entonces, ni el hombre que caminaba sin rumbo siguiendo siempre la misma ruta. La luna se reflejaba en las ventanas de las casas y sin darme cuenta, terminé el paseo en esa fuente que yo tanto adoraba y que tanto había echado en falta.
Me senté enfrente de ella y me concentré en escuchar su tranquilo gorgoteo, pero al rato comencé a notar que hacía frío y que estaba oscuro, y me sentí de pronto como una extraña en aquel lugar. De repente ya no me encontraba bien allí, y no se debía tan sólo a las condiciones climáticas. Era algo más. Algo había cambiado súbitamente para que aquel maravilloso parterre hubiese dejado de ser mi refugio.
Aun con mi recién adquirida condición de foránea, me fue difícil abandonar el lugar. Tenía la certeza de que en el momento en que me fuera de allí, se cerraría un círculo que llevaba tiempo intentando completarse y que yo nunca había deseado ultimar.
Pero hacía frío y estaba oscuro y las calles estaban vacías. Y no quedaba ya ninguna razón para no marcharse.

miércoles, 13 de abril de 2011

Delitos y faltas

La vida no es como es,
sino como la sentimos.
J.C.

«Todos nos enfrentamos en la vida a decisiones angustiosas, elecciones morales. Algunas son a gran escala, aunque la mayoría de dichas elecciones son sobre asuntos banales, pero nos definimos a nosotros mismos según las decisiones que hemos tomado. En realidad somos la suma total de nuestras decisiones.
Las cosas suceden tan imprevisiblemente, tan injustamente... la felicidad humana no parece haber sido incluida en el proyecto de la Creación. Somos sólo nosotros, con nuestra capacidad para amar, los que damos sentido al universo indiferente.
Y sin embargo, la mayoría de los seres humanos parecen tener la habilidad de seguir intentándolo, incluso de encontrar la felicidad en las cosas sencillas como su familia, su trabajo, y en la esperanza de que las futuras generaciones puedan comprenderlo mejor.»

lunes, 4 de abril de 2011

martes, 29 de marzo de 2011

Epigrama

Al perderte yo a ti, tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos, tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán como te amaba yo.

Ernesto Cardenal.

viernes, 25 de marzo de 2011

Untitled

De repente me veo entrando en un bar, aunque no sé en cuál. Su aspecto es de bar de copas que abre a las dos del mediodía.

- ¿Una copa? – me pregunta el camarero desde detrás de la barra.

Estoy a punto de preguntarle qué cree si no que podría querer uno en ese tipo de bares, pero al final decido no hacerlo. Así que tan sólo contesto:

- Sí. Un Martini solo.

- No, solo no. Con sombrilla.

Lo último lo dice sonriendo, y a mí me entran ganas de volver a clase.

- ¿Esperas a alguien?

Ha vuelto con el Martini. Y con la sombrilla dentro.

- Sí, espero a un escritor.

- ¿Lo conozco?

- Puede ser.

- ¿Cómo se llama?

- No tiene nombre.

Se queda un momento callado. Está pensando, y su cara refleja lo complejo de su pensamiento. Finalmente sonríe.

- ¿Es posible?

- Ya lo creo.

- ¿Y cómo lo llamas tú?

- Siempre llama él.

- ¿Cuál es su aspecto?

- El de un tipo que frecuenta bares de copas que abren a las dos del mediodía.

- Elegante, entonces.

- Eso no se duda.

- Tengo buena intuición.

De nuevo, sonríe.

En ese mismo instante, entra un tipo en el bar. Hasta ese momento no me había dado cuenta de que hay media docena más de clientes. Al contrario de lo que pudiera parecer, casi lo llenamos. Es bastante pequeño.

- Disculpa un momento - me dice, mientras va a atender al nuevo.

- ¿Una copa? - le pregunta. Y yo vuelvo a pensar que es una pregunta absurda, tan absurda como la situación.

Estoy bebiendo en un bar sin nombre, hablando con un camarero sin nombre y esperando a un hombre sin nombre. Como su última novela, que no tiene título.

Como la vida. ¿O quizá era ése el título de la novela?

domingo, 20 de marzo de 2011

Creaciones empíreas

La primera mano del cosmos -la Única mano- puso sobre la cabeza y las orejas de la niña aquellos enormes cascos brillantes y amarillos, casi divinos, con la esperanza de que no tuviese que escuchar nunca más las sandeces del mundo.

sábado, 19 de marzo de 2011

Seta

- Regresad o moriré.

Cualquiera habría esperado que se embarcase de inmediato en un viaje de vuelta al Japón, «cruzando la frontera francesa cerca de Metz, atravesando Württemberg y Baviera, entrando en Austria, llegando en tren a Viena y Budapest, para proseguir después hasta Kiev. Recorriendo a caballo dos mil kilómetros de estepa rusa, superando los Urales, entrando en Siberia, viajando durante cuarenta días hasta llegar al lago Baikal, al que la gente del lugar llamaba el último. Descendiendo por el curso del río Amur, bordeando la frontera china hasta que un barco de contrabandistas holandeses lo llevara a Cabo Teraya, en la costa oeste del Japón.»

Pero no. Él esperó, paciente, a que llegaran los principios de octubre. Y a que Baldabiou le volviese a confiar la tarea de conseguir los huevos sanos de gusanos de seda que, desde hacía dos años, llevaba a Lavilledieu directamente desde la aldea de Hara Kei, siempre a tiempo para la misa mayor.
Esperó, con ánimo sosegado, a que transcurrieran los días inmutables -uno tras otro, con sus horas, minutos y segundos- de su apacible vida, sin turbarse apenas.
Sin turbarse apenas, hasta que descubrió que casi había pasado un año desde que una mano prístina había puesto en la suya aquella pequeña hoja de papel doblada en cuatro, con unos símbolos escritos con tinta negra. La misma mano que había cubierto sus ojos con un paño de seda -es decir, con un paño de nada- meses atrás, mientras esperaba a que lo bañasen tres mujeres ancianas.
Eso había sucedido en enero y -el alma serena- cuando Baldabiou le pidió que regresase, lo hizo.

Nadie sabe qué habría sucedido si Baldabiou hubiese decidido confiar en los exitosos experimentos del joven Pasteur y no le hubiese mandado regresar al Japón, entonces.
Nadie lo sabe y, a pesar de ello, todavía la gente no deja de preguntárselo.
Ni siquiera él.


Extracto e idea de Seda, de Alessandro Baricco.

jueves, 10 de marzo de 2011

Proverbios y Cantares

I

Cuando recordar no pueda,
¿dónde mi recuerdo irá?
Una cosa es el recuerdo
y otra cosa recordar.

II

Cuando la tierra se trague
lo que se traga la tierra,
habrá mi recuerdo alzado
el ancla de la ribera.

III

Recuerdos de mis amores,
quizás no debéis temblar:
cuando la tierra me trague
la tierra os libertará.


Antonio Machado.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Un viaje por el mundo antiguo

La Sociedad Española de Estudios Clásicos de la Universidad de Salamanca lleva organizando, desde el pasado mes, una serie de magníficas conferencias que pretenden acercar al público diversos temas que, ya presentes en la Grecia y Roma clásicas, continúan vigentes en la actualidad.

Durante el mes de febrero se ha hablado de las voces de mujeres en la literatura grecoromana, la simetría entre el poder de Roma y el de EEUU, la Tierra y el Cosmos, el Carpe Diem y la felicidad en el siglo XXI, y las diferencias y similitudes entre la oratoria política antigua y la actual.

Hoy, miércoles 9 de marzo, le toca el turno a los "Juegos Olímpicos antiguos y su influencia civilizadora". Durante las próximas dos semanas se desarrollarán "Monstruos cotidianos del poeta Ovidio" y "Antropología y estética: el bosque y el jardín en el imaginario de la Antigüedad clásica".

Será a las 20 horas, en el Liceo.

viernes, 4 de marzo de 2011

jueves, 3 de marzo de 2011

El baile

Se movía con esa gracia que sólo otorga la ebriedad.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Cito, longe, tarde

Hace poco, oía explicar a una profesora lo devastadora que fue la epidemia de Peste en todo el mundo. Se refería a la que apareció en el siglo XIV y hablaba de que probablemente había sido una de las pandemias más letales que había asolado el planeta.
Comentando las medidas preventivas que se llevaron a cabo en los diferentes lugares del globo, me llamó la atención el remedio que la Sorbona aseguraba, sería el mejor contra la enfermedad: huir pronto y lejos, y regresar tarde.
Aunque la asignatura se impartió en el primer cuatrimestre y ya echamos el candado al temario, aún hoy no se me olvida esa prescripción, y muchas veces me pregunto: ¿acaso no es ése un buen remedio para casi todo?

domingo, 27 de febrero de 2011

Como un cuento

Moraleja: el eje que nos equilibre no deberá ser nunca la búsqueda continua de la casualidad.

domingo, 20 de febrero de 2011

Consuelo

Y como se sentía solo, fue a dar un paseo a la Calle Compañía, pensando que sería el único lugar donde quizás poder hallar el hombro de algún amigo invisible y mudo.

Las vírgenes suicidas




miércoles, 16 de febrero de 2011

Espontaneidad meteorológica

Por la ventana de la biblioteca veo un triángulo de cielo azul. Justo hoy, un día manchado de gris en el que no ha dejado de llover. La atmosférica sorpresa me recuerda lo que sucede con la mayoría de cosas buenas, casi siempre camufladas y únicamente visibles ante el ojo experto que sabe mirar más allá.

martes, 8 de febrero de 2011

De simplezas

"Jaime hoy come espaguetis", le decía un niño a su madre esta tarde de paseo por la Calle Zamora. "Bonito título para un cuento infantil", he pensado. La oración simple siempre me ha parecido perfecta: en ella ni falta ni sobra nada.

lunes, 7 de febrero de 2011

Vueltas

Resultaba curioso que, de un día para otro, hubiera pasado de ser su epicentro a ser su satélite.

domingo, 6 de febrero de 2011

Melancolía

Aquel anciano que caminaba descalzo por la playa de la Barceloneta, mirando al mar distraídamente y sin reparar en el sonido de los timbres de las bicicletas que recorrían el paseo marítimo, tenía alma de poeta. Iba recitando en voz baja un triste soliloquio desesperado: la historia de una mujer extraordinaria que había muerto tiempo atrás dejando a su marido sumergido en un pozo de desolación insoportable. Su mirada clamaba auxilio, pero aún la sal del Mediterráneo no había logrado cicatrizar las heridas de ningún corazón sangrante. Y el Sol se conmovía tanto con los versos que entonaba durante sus largos paseos al atardecer que, aunque lo intentaba, no podía ocultar su pena. Y se iba escondiendo. Y se iba haciendo pequeño. Y terminaba agachándose tras el horizonte porque le avergonzaba que lo viesen llorar.

Su llanto duraba exactamente lo que dura una noche de ausencias.

En una estación del metro

Desventurados los que divisaron
a una muchacha en el metro
y se enamoraron de golpe
y la siguieron enloquecidos

y la perdieron para siempre entre la multitud.

Porque ellos serán condenados
a vagar sin rumbo por la estaciones
y a llorar con las canciones de amor
que los músicos ambulantes entonan en los túneles.

Y quizás el amor no es más que eso:

una mujer o un hombre que desciende de un carro
en cualquier estación del metro
y resplandece unos segundos
y se pierde en la noche sin nombre.

Óscar Hahn.

domingo, 30 de enero de 2011

Cuento de buenas noches


«No recuerdo ni una palabra, pero aquel tono de voz, sentado al borde de mi cama, sigue siendo mi cuento favorito.»

Álvaro Chico Gómez.

Ganador del primer premio del III Concurso de Microrrelatos organizado por la Universidad de Salamanca, en la sección de textos escritos por autores hispanohablantes de la USAL.

Antihorario

La bandada de pañuelos de seda que despegaron desde la Plaza Mayor, tiñó el cielo de color sepia y nos transportó a un tiempo pasado. Aún así, no logramos retroceder lo suficiente.

viernes, 21 de enero de 2011

Todos lo dicen

De la película Everyone says I love you, dirigida por Woody Allen:



Una de las mejores escenas del cine que he visto.

jueves, 20 de enero de 2011

Cada uno da lo que recibe

«Las cosas que perdemos siempre acaban viniendo a nosotros, si bien no siempre de la manera que esperamos...»

lunes, 17 de enero de 2011

¿Acaso no nos lo seguimos imaginando?

La neblina envolviendo las calles de la ciudad y dotándole de una apariencia ciertamente fantasmagórica, me recordó el día en que ella me dijo: no nos engañemos, todos imaginábamos que esto iba a ser como perderse por las calles llenas de niebla sin saber qué bohemio desconocido nos acompañaría cada noche. Y, caminando sola por la gran avenida, me fue imposible disimular la sonrisa.

viernes, 14 de enero de 2011

She's come back



¡Cuánto la había echado de menos!

miércoles, 12 de enero de 2011

El ascenso

Había algo de solemne en todo aquello. Algo en el ánimo de la gente que subía por aquella escalera infinita labrada en la montaña.
Parecían negarse a comprender que los peldaños no conducían a ninguna parte.

Resplandor

Solía preguntarse si alguna vez y sin saberlo no habría servido de inspiración para un músico al componer una melodía. Quizás el boom del momento o aquella balada tan desoladoramente hermosa que sonaba en la radio el día que se decidió a romper con la rutina. O tal vez, sin quererlo, había actuado de musa para un utópico pintor que había hallado en su hipnotizadora silueta, un día en el mercado, el numen que lo había llevado a crear aquel maravilloso lienzo. Acaso la aparente rima fácil del soneto que recitaba el profesor en clase la había fomentado el fascinante vaivén de sus caderas, que habían encandilado al poeta un día que se cruzó con ella en el paseo bajo los álamos.
No dejaba de preguntárselo una y otra vez, últimamente más convencida de que cada una de las mujeres que conocía encarnaba a una particular y enigmática fille aux cheveux de lin.


miércoles, 5 de enero de 2011

Ojos secos

Acaso el ocaso de un encuentro caducado, de miradas ulceradas, de olor a podrido, de insectos en la oficina, de humedad en el tejado, de sabores amargos, de inocencia corrompida, de pieles marchitas, de un suspiro infinito.
Tal vez, nosotros.