domingo, 23 de diciembre de 2012

El ilustrado ilustrador



La semana pasada tuve la oportunidad de asistir a la presentación de “Camarón que se duerme (se lo lleva la corriente de opinión)”, el nuevo libro de Andrés Rábago, más conocido como “El Roto” o como el más brillante y mordaz ilustrador-humorista español de nuestro tiempo.

Como es habitual en estos acontecimientos, la primera parte del mismo se centró en la descripción de la obra, así como en elogios al indiscutible talento de Rábago por parte del periodista Gregorio Morán, que acompañaba al autor.
Sin embargo, fue después y coincidiendo con el turno de preguntas del público asistente cuando más disfruté. Recuerdo que alguien le preguntó quién era realmente, si el Andrés Rábago cortés y tranquilo que estaba sentado enfrente de los presentes o su punzante e implacable álter ego, “El Roto”, que no vacilaba a la hora de plasmar en dibujos la quintaesencia de la conciencia social. Fue entonces cuando contestó que no creía que fuera ni una cosa ni otra, es decir, que en realidad no sabía quién era.
Confesó rechazar el concepto de identidad y defendió que el comportamiento y la mentalidad de cada uno varían en función de circunstancias tanto globales como particulares, sin que por ello dejemos de ser nosotros mismos (o aquello que creamos ser).

Reflexionando acerca de ello camino a casa, me di cuenta de que yo tampoco sabía quién era. No si mi identidad se basaba, según la mayoría, en las opiniones que manifestara abiertamente sobre política, patriotismo, religión o cualquier otro tema de controvertido interés social. Lo que sí sabía, de lo que estaba completamente convencida, era de que creía en personas como Andrés Rábago, personas capaces de ilustrarnos de una forma tan clara que casi era hermosa. Y, como él, todos aquellos “maestros de vida” que, de una forma u otra, han conseguido enseñarnos a entender mejor el mundo y, por ende, a nosotros mismos.

Ésa es toda la identidad de la que soy consciente ahora. Y, sinceramente, me basta.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Llibertat per Catalunya

Barcelona es una capital llena de vitalidad, arte, cultura y movimiento. Tiene de todo: teatros, cines, bibliotecas, centros cívicos, museos, universidades... Sin embargo, desde que me trasladé aquí, la gente no me pregunta por el día a día, las actividades culturales que se ofertan o los sitios que se consideran más interesantes, no. Sólo hay una pregunta que se repite constantemente en cada conversación que tengo con conocidos, amigos y familiares. Siempre es la misma y siempre me la hacen con el mismo retintín característico: "¿qué, cómo está la cosa por allí?" Se refieren, claro, al tema de la independencia catalana.

Una, que lleva ya un tiempo viviendo aquí, no sabe muy bien qué contestar para evitar herir sensibilidades, pero lo que está claro es que, pese a quien pese, hay una única verdad: la mayoría de los ciudadanos catalanes apoya la independencia. Esto, como ha sido sobradamente demostrado en las recientes elecciones, no quiere decir que apoyen el Gobierno de Artur Mas, cosa que, sinceramente, me alegra. Me alegra porque la gestión política que este señor ha llevado a cabo durante su mandato, escándalos aparte, ha sumido a Cataluña en la mayor deuda económica de todas las comunidades españolas. Me alegra porque el bastión independentista del que se adueñó únicamente para conseguir votos nunca antes había estado dentro del programa electoral de su partido. Y sobre todo me alegra porque la propaganda electoral que repartió a diestro y siniestro, en la que se mostraba como un mesías aclamado por las masas, futuro y esperanza de Cataluña, producía una continua y molesta sensación de impotencia entre la población.

Criterios políticos aparte y retomando la cuestión inicial, había una cosa muy curiosa que me sucedía hasta hace poco, y era que no sabía cuál era mi propia opinión acerca de la independencia de Cataluña. Había leído numerosos artículos sobre el tema, preguntado a miembros de mi familia y a amigos tanto catalanes y como no catalanes, había escuchado e intentado razonar los motivos que me daban unos y otros -la mayoría despóticos, todo hay que decirlo-, pero seguía sin conseguir decantarme por un simple "a favor" o "en contra".
Esta situación, como es lógico, no me hacía sentir cómoda, ya que cuando alguien me preguntaba, no era capaz de responder con sinceridad. Tenía una idea más o menos clara, naturalmente, pero no conseguía expresarla de una forma que no desembocara estrepitosamente en una mala interpretación de mis palabras.

Hace dos días, a través de un amigo, leí un artículo con el que me sentí completamente identificada porque recogía, si no todos, casi todos los pensamientos que llevaban revoloteando inconexos por mi mente desde que vine aquí. Es este, y seguro que más de uno aprecia su devastadora franqueza. Yo, desde luego, lo hago.

lunes, 19 de noviembre de 2012

De patrias y apátridas. Una película: Martín (Hache).

Han pasado ya algunos años desde que vi por primera vez la película Martín (Hache). Recuerdo que fue durante el último curso de Bachillerato, poco antes de empezar la Universidad, y que me causó una honda impresión. En ese momento creí comprenderla o, más bien, entender el comportamiento de los personajes, la intención de los discursos y el significado -siempre esencial- de las imágenes.

Hace unos días volvía a verla en unas circunstancias completamente distintas y, a pesar de ello, su aplastante franqueza de nuevo me dejó boquiabierta; sin embargo, me di cuenta de que la comprensión que creía tener de la película no era tan amplia como había pensado a los dieciocho.
Supongo que cuando uno se considera prácticamente un apátrida, resulta más sencillo interpretar conductas, empatizar ante determinadas situaciones y, en definitiva, reflexionar acerca de la vida en uno u otro ámbito.

De las muchas escenas brillantes que hay, destaco una que a mí me resulta particularmente clave. Será por eso de "estar de Erasmus":

domingo, 11 de noviembre de 2012

«Asimiso, y por razones que no se me alcanzan, he encontrado siempre en el acto sexual una cierta similitud con la muerte, una relación secreta pero constante.»

Mi último suspiro, Luis Buñuel.




Imágenes extraídas de Un chien andalou, Luis Buñuel. (1929)

martes, 30 de octubre de 2012

Tarde del tiempo


Quiero evocar de nuevo aquella escena.
Los dos sentados cerca y en silencio.
Hay un lento mecerse del viento
entre los árboles, el rumor incesante
del agua -hacia lo lejos-,
una sombra oscilante y ya oblicua.
La tarde se sucede, apenas pasa.
Los dos nos contentamos con mirarnos.
Nuestra respiración respira en ella.
Callamos e interpreto, acaso, lo que piensas.
No hay nada que sugiera sino tiempo.
Horas que se detienen en su ausencia.
¿Deseamos nombrar lo que termina?
Asidos a ese rayo que nos huye
el destino dispone un pacto extraño:
perdurará en palabras el silencio
y en su repetición no viviremos.

Álvaro Valverde, de Una oculta razón (1991).

martes, 4 de septiembre de 2012

Dona estrangera



El teu avi tenia un bigoti llarg I blanc,
I el sucava en cervesa tèbia en tavernes dels Alps.
Pels matins les teves tietes baixen a banyar-se,
A una platja escenari de la Segona Guerra Mundial.

Dona estrangera,
Com em veuen els teus ulls?

Ton pare destil·la prunes I les deixa fermentar,
I en fires exsoviètiques ven licor de vuitanta graus.
Al jardí la teva àvia vesteix kimono blanc,
Mentre el sol vermell es pon entre les branques d'un bonsai.


Dona estrangera,
Com em veuen els teus ulls?

Dona estrangera.

Mentre ballem em mullen les aigües del Rin,
Entro amb un tanc rus a Berlín,
M'espanta el teu passat víking.

Mentre ens besem entre copes d'arbres gegants,
Ta mare resa a déus estranys,
Ton pare educa uns elefants.

Quan fem l'amor dos-cents dansaires otomans,
Giren contents al meu voltant,
Somriuen I piquen de mans.

I ens abracem I pujo en un tramvia groc,
Passejo entre obres del Barroc,
Em perdo en la Terra del Foc.

domingo, 26 de agosto de 2012

Saudade

Ninguna de las definiciones que había leído hasta la fecha de la palabra saudade había logrado convencerme.
Entendía el concepto, sí, comprendía su significado, pero el hecho de que se intentara explicar ese sentimiento tan complejo a base de pesadas palabras y de cuadriculados monemas, sólo conseguía empobrecerlo por completo, anularlo.
Porque, ¿cómo puede uno asimilar que exista ese pesar tan profundo del alma ante definiciones tales como "soledad, nostalgia, añoranza"? ¿Cómo puede nadie definir una sensación tan pura de una forma tan estricta? Creo que hay palabras que no debieran nunca ser explicadas, solamente vividas.

Hace pocos días me topé con la auténtica manera de vivir la saudade, casi diría que la única.

Es esta:


jueves, 16 de agosto de 2012

Porvenir

Te llaman porvenir
porque no vienes nunca.
Te llaman: porvenir,
y esperan que tú llegues
como un animal manso
a comer en su mano.
Pero tú permaneces
más allá de las horas,
agazapado no se sabe dónde.

¡Mañana! Y mañana será otro día tranquilo
un día como hoy, jueves o martes,
cualquier cosa y no eso
que esperamos aún, todavía, siempre.

Ángel González, de A todo amor (1997)

miércoles, 18 de julio de 2012

Quod natura non dat...*

Llevo ya bastante tiempo queriendo escribir acerca del adiós, de la partida inminente de esta ciudad que tanto nos ha dado a todos (y aún en la distancia nos seguirá dando, de eso estoy segura), pero no había encontrado el momento más adecuado para hacerlo, quizás por el ajetreo de papeles, becas y demás asuntos burocráticos sinsentido, quizás por la nostalgia que intuía se desataría si comenzaba a escribir algo como lo que estoy escribiendo ahora.
El caso es que, a punto de marcharme de una de las ciudades que considero más significativas, no encuentro muy bien las palabras que describan lo mucho que voy a echar de menos esto. Se agolpan en mis recuerdos montones de anécdotas y de momentos, decenas de rostros y sentimientos -algunos que jamás pensé que recordaría, otros imposibles de olvidar- pero tan sólo una certeza, una evidencia férrea e ineludible: que este no es el final, o al menos no para mí.
Es cierto que abandonaremos sus calles, que nosotros, los de ahora, no volveremos a pasar las tardes en sus cafés ni a sumergirnos en sus nocturnos recovecos, pero volveremos (que al fin y al cabo es lo importante).
Y retomaremos el camino, aunque sea un poco más adelante.
Aunque ya no seamos los mismos.


* Y el título, lo primero que aprendí nada más llegar aquí.

jueves, 21 de junio de 2012

La nueva sentimentalidad

El encuentro

En Salamanca, el último noviembre,
te encontré por la calle, tan delgada
como entonces, pero con más arrugas.
Dabas clases de no sé qué muy raro
(Textología, por ejemplo) y eras
muy feliz explicando a tus alumnos
lo divino y lo humano. Me dijiste
que tus hijos quedaron en Madrid,
con su padre, y que sólo los veías
-ya eran mayores- tres o cuatro veces
al año; que te habías doctorado
(¡por fin!) y que ahora sólo te faltaba
ser funcionaria para ver el mundo
desde el lugar que merecías.
Yo
te dije que bueno, que pasaba
por allí casualmente, que tenía
un amigo escritor en Salamanca
y que había venido a visitarlo.
Tú me dijiste: «¿Tienes mucha prisa
o podemos tomarnos algo juntos?»

Después de muchas copas, con el alba
siguiendo nuestra pista, te lo dije:
«Desde entonces no ha habido otra mujer.»
Y en mi interior bullía la mentira
al alimón con el deseo, y todo
-aquel horrible bar, tú y yo, la noche-
era tan esperpéntico y absurdo
que se parecía a la vida.


Luis Alberto de Cuenca, de Por fuertes y fronteras.

miércoles, 13 de junio de 2012

Hablar por hablar

Nada de lo que decía era verdad, y en nada mentía.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Conversación con premio

Recuerdo que, hace ya casi tres años, nos habló en una clase de la novela “Conversación en La Catedral”, de Mario Vargas Llosa. Podría comenzar a describir la charla tan interesante que dio sobre la obra y que nunca tuvo lugar, con la única intención de adornar el texto y llenarlo de detalles idílicos e inventados, pero no lo voy a hacer porque mentiría si dijera que me acuerdo exactamente de lo que mencionó acerca de ella. En realidad, ni siquiera sé si le gustaba o no. Lo que no se me olvida es que ésa fue la única obra dentro de la literatura hispanoamericana del siglo XX sobre la que le recuerdo hablando, los codos apoyados en el monitor del ordenador de la mesa que estaba en el centro de la primera fila.
Esa pequeña anécdota fue lo primero que se me vino a la cabeza cuando, ojeando las estanterías de la librería “Campus” una mañana de octubre mientras esperaba a que me atendieran, descubrí con gran sorpresa y entusiasmo la portada de su nuevo libro.
Coincidencias aparte, hoy me alegró enormemente leer esta noticia y comprobar cómo, a veces, el talento y la constancia terminan por ser recompensados. Gracias a Dios (o al jurado).

Enhorabuena, Gonzalo.

martes, 1 de mayo de 2012

Melancholia

Mientras en la pantalla de aquella claustrofóbica sala de cine se sucedían uno tras otro los angustiosos fotogramas que anticipaban el choque inminente del planeta Melancholia contra la Tierra, a mí se me venía a la cabeza la melodía de la preciosa canción AF607105, en la que la cantante Charlotte Gainsbourg –protagonista, además, de la película (curiosas coincidencias)- entonaba con voz suave: we wish you all a very happy pleasant flight… y así, a pesar del ensordecedor ruido de la destrucción que tronaba por toda la sala, yo lograba sentirme casi a salvo. Casi.


sábado, 28 de abril de 2012

Certezas

Entonces paramos delante de aquella fuente y no nos besamos.
Y yo supe, sin ningún atisbo de duda, que caminábamos de forma lenta pero inexorable hacia un fracaso sin remedio.

Futuro

domingo, 11 de marzo de 2012

Preguntas

Escribe el poeta placentino Álex Chico en uno de sus poemas:
«Me pregunto si alguien/ puede subsistir a base de estar/ siempre solo».
A veces, yo también me lo pregunto.

lunes, 5 de marzo de 2012

Un poema puro. Un poeta puro.

El desgarrador poema de Ben Clark que da título a su libro "Los hijos de los hijos de la ira" -ganador ex-aequo del XXI Premio de Poesía Hiperión en 2006- es, con mucho, uno de los mejores que he leído. Por su implacabilidad. Por la amargura que se mastica en cada uno de sus versos.
Porque no dice más que la verdad, y por eso es tan desolador.


II

"Hijos de la bonanza" nos llamaban:
los que no conocieron ni la hambruna
ni las agudas larvas de estridencia
chillando en el oído por las bombas.
Y cuando nuestras piernas tan delgadas
caían y sangraban porque el parque
era de un hormigón armado y frío,
se quedaban callados, observando
nuestro llanto con un gesto de sorna.

Debíamos vivir y dar las gracias
por la ocre rozadura en la garganta
que provocaba el aire al refugiarse.
Agradecer las flechas de las nubes
y que un fango lechoso a nuestros pies
-en un último gesto agonizante-
le mordiera las botas al progreso.
¿Y cómo agradecerles la alegría?
La risa provocada por los hombres
inocentes del mar
cuando se encaminaban hacia el río
dispuestos a bañarse entre excrementos.

También estaba el tedio
de tener que explicarles a los niños
palabras como pueblo indio, oso
pardo, ballena azul o lince ibérico.
Pero esto eran minucias, sacrificios
en nada comparables al sufrido
por aquellos que ahora nos decían
"hijos de nuestra sangre", tan severos.

Aunque, a veces, es cierto, no era fácil,
simplemente intentamos ir viviendo.
Haciendo caso omiso al comezón,
al vacío que moraba en nosotros,
hijos de la bonanza;
los hijos de los hijos de la ira,
herederos de todos los despojos.

Ben Clark, de "Los hijos de los hijos de la ira" (2006)

domingo, 26 de febrero de 2012

Cumpleaños

Yo lo noto: cómo me voy volviendo
menos cierto, confuso,
disolviéndome en aire
cotidiano, burdo
jirón de mí, deshilachado
y roto por los puños.

Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!

Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.


Ángel González, de Áspero mundo (1956)

martes, 21 de febrero de 2012

Literatura y cine

La Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes, con la colaboración de la Filmoteca Regional de Castilla y León, ha organizado, durante el primer trimestre del año, el ciclo "Literatura y cine en español: una lengua, dos lenguajes" que consistirá en la proyección de diversas películas basadas en clásicos de la literatura en nuestro idioma.

Hoy, martes 21 de febrero, se proyectará "Divinas palabras" de José Luis García Sánchez, sobre la obra de Valle-Inclán. Durante las próximas semanas le seguirán "El túnel", "El aire de un crimen", "El perro del hortelano", "El coronel no tiene quien le escriba" y "Pantaleón y las visitadoras".

Todos los martes a las 20:15 horas en el Teatro Liceo. Promete.

sábado, 18 de febrero de 2012

En Tiergarten, de madrugada

Mientras observaba desde el vagón del S-Bahn el reloj de la estación de Tiergarten, me llamó la atención la velocidad con la que el segundero recorría el radio de la esfera temporal. De camino al Kapitan, quizás me asaltara un poco el miedo a la rapidez con la que suceden las cosas. Sólo quizás, porque al llegar a Hauptbahnhof ya nos estábamos riendo recordando algunas anécdotas del viaje y apenas reparaba en el ir y venir de los viajeros, la ausencia absoluta del sentimiento de extranjería que había experimentado días atrás y el bullicio incesante de los trenes.

Fasten seat belts while seated

Me resultaba imposible sentarme en los sillones del avión y leer el típico mensaje de "Life vest under your seat" del asiento delantero sin acordarme del poema de Luis García Montero, un poema que yo al principio aborrecía pero que, con el paso del tiempo, terminó anclándose en la memoria.
Pues eso, feliz vuelo.


Life vest under your seat

Señores pasajeros, buenas tardes
y Nueva York al fondo todavía,
delicadas las torres de Manhattan
con la luz sumergida de una muchacha triste,
buenas tardes, señores pasajeros,
mantendremos en vuelo doce mil pies de altura,
altos como su cuerpo en el pasillo
de la Universidad, una pregunta,
podría repetirme el título del libro,
cumpliendo normas internacionales,
las cuatro ventanillas de emergencia,
pero habrá que cenar, tal vez alguna copa,
casi vivir sin vínculo y sin límites,
modos de ver la noche y estar en los cristales
del alba, regresando,
y muchas otras noches regresando
bajo edificios de temblor acuático,
a una velocidad de novecientos
kilómetros, te dije
que nunca resistí las despedidas,
al aeropuerto no,
prefiero tu recuerdo por mi casa,
apoyado en el piano del Bar Andalucía,
bajo el cielo violeta
de los amaneceres en Manhattan,
igual que dos desnudos en la penumbra
con Nueva York al fondo, todavía
al aeropuerto no,
rogamos hagan uso
del cinturón, no fumen
hasta que despeguemos,
cuiden que estén derechos los respaldos,
me tienes que llamar, de sus asientos.