martes, 29 de marzo de 2011

Epigrama

Al perderte yo a ti, tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos, tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán como te amaba yo.

Ernesto Cardenal.

viernes, 25 de marzo de 2011

Untitled

De repente me veo entrando en un bar, aunque no sé en cuál. Su aspecto es de bar de copas que abre a las dos del mediodía.

- ¿Una copa? – me pregunta el camarero desde detrás de la barra.

Estoy a punto de preguntarle qué cree si no que podría querer uno en ese tipo de bares, pero al final decido no hacerlo. Así que tan sólo contesto:

- Sí. Un Martini solo.

- No, solo no. Con sombrilla.

Lo último lo dice sonriendo, y a mí me entran ganas de volver a clase.

- ¿Esperas a alguien?

Ha vuelto con el Martini. Y con la sombrilla dentro.

- Sí, espero a un escritor.

- ¿Lo conozco?

- Puede ser.

- ¿Cómo se llama?

- No tiene nombre.

Se queda un momento callado. Está pensando, y su cara refleja lo complejo de su pensamiento. Finalmente sonríe.

- ¿Es posible?

- Ya lo creo.

- ¿Y cómo lo llamas tú?

- Siempre llama él.

- ¿Cuál es su aspecto?

- El de un tipo que frecuenta bares de copas que abren a las dos del mediodía.

- Elegante, entonces.

- Eso no se duda.

- Tengo buena intuición.

De nuevo, sonríe.

En ese mismo instante, entra un tipo en el bar. Hasta ese momento no me había dado cuenta de que hay media docena más de clientes. Al contrario de lo que pudiera parecer, casi lo llenamos. Es bastante pequeño.

- Disculpa un momento - me dice, mientras va a atender al nuevo.

- ¿Una copa? - le pregunta. Y yo vuelvo a pensar que es una pregunta absurda, tan absurda como la situación.

Estoy bebiendo en un bar sin nombre, hablando con un camarero sin nombre y esperando a un hombre sin nombre. Como su última novela, que no tiene título.

Como la vida. ¿O quizá era ése el título de la novela?

domingo, 20 de marzo de 2011

Creaciones empíreas

La primera mano del cosmos -la Única mano- puso sobre la cabeza y las orejas de la niña aquellos enormes cascos brillantes y amarillos, casi divinos, con la esperanza de que no tuviese que escuchar nunca más las sandeces del mundo.

sábado, 19 de marzo de 2011

Seta

- Regresad o moriré.

Cualquiera habría esperado que se embarcase de inmediato en un viaje de vuelta al Japón, «cruzando la frontera francesa cerca de Metz, atravesando Württemberg y Baviera, entrando en Austria, llegando en tren a Viena y Budapest, para proseguir después hasta Kiev. Recorriendo a caballo dos mil kilómetros de estepa rusa, superando los Urales, entrando en Siberia, viajando durante cuarenta días hasta llegar al lago Baikal, al que la gente del lugar llamaba el último. Descendiendo por el curso del río Amur, bordeando la frontera china hasta que un barco de contrabandistas holandeses lo llevara a Cabo Teraya, en la costa oeste del Japón.»

Pero no. Él esperó, paciente, a que llegaran los principios de octubre. Y a que Baldabiou le volviese a confiar la tarea de conseguir los huevos sanos de gusanos de seda que, desde hacía dos años, llevaba a Lavilledieu directamente desde la aldea de Hara Kei, siempre a tiempo para la misa mayor.
Esperó, con ánimo sosegado, a que transcurrieran los días inmutables -uno tras otro, con sus horas, minutos y segundos- de su apacible vida, sin turbarse apenas.
Sin turbarse apenas, hasta que descubrió que casi había pasado un año desde que una mano prístina había puesto en la suya aquella pequeña hoja de papel doblada en cuatro, con unos símbolos escritos con tinta negra. La misma mano que había cubierto sus ojos con un paño de seda -es decir, con un paño de nada- meses atrás, mientras esperaba a que lo bañasen tres mujeres ancianas.
Eso había sucedido en enero y -el alma serena- cuando Baldabiou le pidió que regresase, lo hizo.

Nadie sabe qué habría sucedido si Baldabiou hubiese decidido confiar en los exitosos experimentos del joven Pasteur y no le hubiese mandado regresar al Japón, entonces.
Nadie lo sabe y, a pesar de ello, todavía la gente no deja de preguntárselo.
Ni siquiera él.


Extracto e idea de Seda, de Alessandro Baricco.

jueves, 10 de marzo de 2011

Proverbios y Cantares

I

Cuando recordar no pueda,
¿dónde mi recuerdo irá?
Una cosa es el recuerdo
y otra cosa recordar.

II

Cuando la tierra se trague
lo que se traga la tierra,
habrá mi recuerdo alzado
el ancla de la ribera.

III

Recuerdos de mis amores,
quizás no debéis temblar:
cuando la tierra me trague
la tierra os libertará.


Antonio Machado.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Un viaje por el mundo antiguo

La Sociedad Española de Estudios Clásicos de la Universidad de Salamanca lleva organizando, desde el pasado mes, una serie de magníficas conferencias que pretenden acercar al público diversos temas que, ya presentes en la Grecia y Roma clásicas, continúan vigentes en la actualidad.

Durante el mes de febrero se ha hablado de las voces de mujeres en la literatura grecoromana, la simetría entre el poder de Roma y el de EEUU, la Tierra y el Cosmos, el Carpe Diem y la felicidad en el siglo XXI, y las diferencias y similitudes entre la oratoria política antigua y la actual.

Hoy, miércoles 9 de marzo, le toca el turno a los "Juegos Olímpicos antiguos y su influencia civilizadora". Durante las próximas dos semanas se desarrollarán "Monstruos cotidianos del poeta Ovidio" y "Antropología y estética: el bosque y el jardín en el imaginario de la Antigüedad clásica".

Será a las 20 horas, en el Liceo.

viernes, 4 de marzo de 2011

jueves, 3 de marzo de 2011

El baile

Se movía con esa gracia que sólo otorga la ebriedad.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Cito, longe, tarde

Hace poco, oía explicar a una profesora lo devastadora que fue la epidemia de Peste en todo el mundo. Se refería a la que apareció en el siglo XIV y hablaba de que probablemente había sido una de las pandemias más letales que había asolado el planeta.
Comentando las medidas preventivas que se llevaron a cabo en los diferentes lugares del globo, me llamó la atención el remedio que la Sorbona aseguraba, sería el mejor contra la enfermedad: huir pronto y lejos, y regresar tarde.
Aunque la asignatura se impartió en el primer cuatrimestre y ya echamos el candado al temario, aún hoy no se me olvida esa prescripción, y muchas veces me pregunto: ¿acaso no es ése un buen remedio para casi todo?