domingo, 27 de febrero de 2011

Como un cuento

Moraleja: el eje que nos equilibre no deberá ser nunca la búsqueda continua de la casualidad.

domingo, 20 de febrero de 2011

Consuelo

Y como se sentía solo, fue a dar un paseo a la Calle Compañía, pensando que sería el único lugar donde quizás poder hallar el hombro de algún amigo invisible y mudo.

Las vírgenes suicidas




miércoles, 16 de febrero de 2011

Espontaneidad meteorológica

Por la ventana de la biblioteca veo un triángulo de cielo azul. Justo hoy, un día manchado de gris en el que no ha dejado de llover. La atmosférica sorpresa me recuerda lo que sucede con la mayoría de cosas buenas, casi siempre camufladas y únicamente visibles ante el ojo experto que sabe mirar más allá.

martes, 8 de febrero de 2011

De simplezas

"Jaime hoy come espaguetis", le decía un niño a su madre esta tarde de paseo por la Calle Zamora. "Bonito título para un cuento infantil", he pensado. La oración simple siempre me ha parecido perfecta: en ella ni falta ni sobra nada.

lunes, 7 de febrero de 2011

Vueltas

Resultaba curioso que, de un día para otro, hubiera pasado de ser su epicentro a ser su satélite.

domingo, 6 de febrero de 2011

Melancolía

Aquel anciano que caminaba descalzo por la playa de la Barceloneta, mirando al mar distraídamente y sin reparar en el sonido de los timbres de las bicicletas que recorrían el paseo marítimo, tenía alma de poeta. Iba recitando en voz baja un triste soliloquio desesperado: la historia de una mujer extraordinaria que había muerto tiempo atrás dejando a su marido sumergido en un pozo de desolación insoportable. Su mirada clamaba auxilio, pero aún la sal del Mediterráneo no había logrado cicatrizar las heridas de ningún corazón sangrante. Y el Sol se conmovía tanto con los versos que entonaba durante sus largos paseos al atardecer que, aunque lo intentaba, no podía ocultar su pena. Y se iba escondiendo. Y se iba haciendo pequeño. Y terminaba agachándose tras el horizonte porque le avergonzaba que lo viesen llorar.

Su llanto duraba exactamente lo que dura una noche de ausencias.

En una estación del metro

Desventurados los que divisaron
a una muchacha en el metro
y se enamoraron de golpe
y la siguieron enloquecidos

y la perdieron para siempre entre la multitud.

Porque ellos serán condenados
a vagar sin rumbo por la estaciones
y a llorar con las canciones de amor
que los músicos ambulantes entonan en los túneles.

Y quizás el amor no es más que eso:

una mujer o un hombre que desciende de un carro
en cualquier estación del metro
y resplandece unos segundos
y se pierde en la noche sin nombre.

Óscar Hahn.