domingo, 11 de marzo de 2012

Preguntas

Escribe el poeta placentino Álex Chico en uno de sus poemas:
«Me pregunto si alguien/ puede subsistir a base de estar/ siempre solo».
A veces, yo también me lo pregunto.

lunes, 5 de marzo de 2012

Un poema puro. Un poeta puro.

El desgarrador poema de Ben Clark que da título a su libro "Los hijos de los hijos de la ira" -ganador ex-aequo del XXI Premio de Poesía Hiperión en 2006- es, con mucho, uno de los mejores que he leído. Por su implacabilidad. Por la amargura que se mastica en cada uno de sus versos.
Porque no dice más que la verdad, y por eso es tan desolador.


II

"Hijos de la bonanza" nos llamaban:
los que no conocieron ni la hambruna
ni las agudas larvas de estridencia
chillando en el oído por las bombas.
Y cuando nuestras piernas tan delgadas
caían y sangraban porque el parque
era de un hormigón armado y frío,
se quedaban callados, observando
nuestro llanto con un gesto de sorna.

Debíamos vivir y dar las gracias
por la ocre rozadura en la garganta
que provocaba el aire al refugiarse.
Agradecer las flechas de las nubes
y que un fango lechoso a nuestros pies
-en un último gesto agonizante-
le mordiera las botas al progreso.
¿Y cómo agradecerles la alegría?
La risa provocada por los hombres
inocentes del mar
cuando se encaminaban hacia el río
dispuestos a bañarse entre excrementos.

También estaba el tedio
de tener que explicarles a los niños
palabras como pueblo indio, oso
pardo, ballena azul o lince ibérico.
Pero esto eran minucias, sacrificios
en nada comparables al sufrido
por aquellos que ahora nos decían
"hijos de nuestra sangre", tan severos.

Aunque, a veces, es cierto, no era fácil,
simplemente intentamos ir viviendo.
Haciendo caso omiso al comezón,
al vacío que moraba en nosotros,
hijos de la bonanza;
los hijos de los hijos de la ira,
herederos de todos los despojos.

Ben Clark, de "Los hijos de los hijos de la ira" (2006)