viernes, 30 de septiembre de 2011

La malcasada

Un poema fantástico, como su autor:

«Me dices que Juan Luis no te comprende,
que sólo piensa en sus computadoras
y que no te hace caso por las noches.
Me dices que tus hijos no te sirven,
que sólo dan problemas, que se aburren
de todo y que estás harta de aguantarlos.
Me dices que tus padres están viejos,
que se han vuelto tacaños y egoístas
y ya no eres su niña como antes.
Me dices que has cumplido treinta y cinco
y que no es fácil empezar de nuevo,
que los únicos hombres con que tratas
son colegas de Juan en IBM
y no te gustan los ejecutivos.
Y yo, ¿qué es lo que pinto en esta historia?
¿Qué quieres que haga yo? ¿Que mate a alguien?
¿Que dé un golpe de estado libertario?
Te quise como un loco. No lo niego.
Pero eso fue hace mucho, cuando el mundo
era una reluciente madrugada
que no quisiste compartir conmigo.
La nostalgia es un burdo pasatiempo.
Vuelve a ser la que fuiste. Ve a un gimnasio,
píntate más, alisa tus arrugas
y ponte ropa sexy, no seas tonta,
que a lo mejor Juan Luis vuelve a mimarte,
y tus hijos se van a un campamento,
y tus padres se mueren.»


Luis Alberto de Cuenca, de El otro sueño.

jueves, 29 de septiembre de 2011

La terminal

«Entonces me pasaba la mitad de la vida en los aeropuertos, y como en ellos ni el tiempo ni el espacio son del todo reales, casi nunca sabía exactamente dónde estaba y vivía bajo una tibia y perpetua sensación de provisionalidad y destierro, de tiempo cancelado y espera sin motivo. Inútil para cualquier forma no solitaria de vida, había terminado por recluirme en los hoteles y en los aeropuertos como quien se retira a un monasterio, y a veces creía tener, como los monjes, nostalgia de un mundo exterior que en realidad no me importaba.»


Beltenebros, Antonio Muñoz Molina.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Indispensable

Curiosamente, me gusta mucho más la versión que hace Fernando Maés de "Anoche estuvo aquí" que el propio Quique González. De hecho, me gusta tanto que cuando actúa en Salamanca suelo colarme en cada pequeña sala de la ciudad para oírsela interpretar. A veces hay suerte y lo hace; otras no. Poco importa. Su melodiosa y auténtica voz, la destreza magistral con la que se desenvuelve a la guitarra, su abrumador directo y el ambiente acogedor e íntimo que consigue crear en cada uno de sus conciertos, lo han consagrado como uno de los más grandes cantautores actuales de la ciudad universitaria por excelencia. Una caricia para los sentidos.

Nunca volver

Escuchado en Micro Abierto:

«Volver es arrepentirse.
El arrepentimiento provoca insomnio.
»


No se necesitan psiquiatras.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Puntos de vista

En aquella ocasión, al asomarme a la aceitunada plaza desde la Rúa Mayor, no me fijé en la imponente fachada de la Catedral, sino en el Palacio de Anaya que, desde aquel ángulo, palidecía irremediable e injustamente frente a ella.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Más M.A.S.

Hace escasos tres meses, me sorprendió una nefasta, funesta noticia: el bar Esperpento cerraba sus puertas y, con él, estos dos últimos años de lunes con Micro Abierto descubriendo poco a poco no sólo música y poesía, sino grandes artistas.
Me entristecí mucho pensando que quizás esa rutina que se había instaurado en nuestras vidas hacía poco tiempo y que se había convertido en algo que hacía especial y no tedioso el comienzo de la semana, iba a desaparecer para siempre. Pero cuál fue mi sorpresa cuando, días atrás, fui informada de que Micro Abierto regresaba, "en su nueva era" al bar El Savor de Salamanca.

Esta noche, algunos hemos sido testigos de ese renacer, con caras conocidas y otras que, no por serlo menos, dejan de ser necesarias, y nos hemos dado cuenta de que, aunque en otro lugar, el arte sigue siendo el mismo.

Todos los lunes a partir de las 22 h. más, mucho M.A.S.

martes, 13 de septiembre de 2011

La nausée

Lo más curioso del viaje sucedió dos días antes de irme cuando, comenzando a leer La Náusea, me asaltaron los retortijones.

martes, 6 de septiembre de 2011

Ideario

En su mente, un pensamiento fijo: las historias verdaderamente inmortales son aquellas que terminan de forma trágica.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Cuaderno de viaje

Fragmento.
Agosto, en algún lugar del mundo.

«(...) Es curioso cómo los viajes lo transforman a uno; estoy fuera de casa y me siento muy lejos de todo, no sólo físicamente. El recuerdo de la gente es difuso, se desvanece como el polvo en el aire, se escapa. Aquí parece que el tiempo no avanza, está paralizado y a la vez se agota.
No me acuerdo de la vida fuera de este sitio, es increíble, una sensación verdaderamente auténtica.»

viernes, 2 de septiembre de 2011

Volver

Sentados ayer por la noche en aquel banco, el brillo de la nostalgia asomando a los ojos, recordamos nuestros años comunes de instituto: los escasos profesores que se convirtieron en referentes intachables, guías de nuestra mente y de nuestra alma, las enseñanzas extraídas más allá de la docencia, la confianza latente y perceptible entre los compañeros, la magna idea que del honor teníamos, la amistad indestructible e imperecedera, la eclosión del amor en ciernes; también los codazos en la cafetería, por qué no, y la brevedad de los recreos.

Perdidos entre los recuerdos y por instantes transportados al pasado, ocupamos nuestros cuerpos descompensados, púberes, entre risas y palmadas durante unas horas, deseando de todo corazón volver a vivir aquello.

Al despedirnos, los dos notamos que algo había cambiado. Quizás la fuerza de los recuerdos, tan potente como suele ser, se resistía a dejarnos marchar de su maravilloso mundo, o quizás fuésemos nosotros quienes, arrastrados por aquel ideal y un poco confusos, no oponíamos demasiada resistencia.
Sea como fuere, la verdad es que nos costó mucho despertar de aquella fantasía y que, horas más tarde, no pude evitar sentirme embargada por una añoranza inmensa y profunda al darme cuenta de lo evidente: nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

jueves, 1 de septiembre de 2011

La lucha por la vida II

«Llegaron poco después otros y comenzaron todos a charlar a voz en grito.
Hablaron y discutieron una porción de cosas, de pintura, de escultura, de comedias. Manuel pensó que debían de ser personas importantes.
Habían clasificado al mundo. Tal era admirable; Cual, detestable; H, un genio; B, un imbécil.
No les gustaban, sin duda, las medias tintas ni los términos medios; parecían árbitros de la opinión, juzgadores y sentenciadores de todo. (...)

Los conciliábulos en el estudio de Álex se conoce que no bastaban a los bohemios, porque de noche volvían a reunirse en el café de Lisboa. Manuel, sin ser considerado como uno de ellos, era aceptado en la reunión, aunque sin voz ni voto.
Por lo mismo que no hablaba, se fijaba más en lo que oía.
Eran casi todos ellos de malos instintos y de aviesa intención. Sentían la necesidad de hablar mal unos de otros, de injuriarse, de perjudicarse con sus maquinaciones y sus perfidias, y al mismo tiempo necesitaban verse y hablarse.»


Mala hierba, Pío Baroja.

La lucha por la vida I

«Toda aquella tierra negra daba a Manuel una impresión de fealdad, pero al mismo tiempo de algo tranquilizador, abrigado; le parecía un medio propio para él. Aquella tierra, formada por el aluvión diario de los vertederos; aquella tierra, cuyos únicos productos eran latas viejas de sardinas, conchas de ostras, peines rotos y cacharros desportillados; aquella tierra, árida y negra, constituida por detritus de la civilización, por trozos de cal y de mortero y escorias de fábricas, por todo lo arrojado del pueblo como inservible, le parecía a Manuel un lugar a propósito para él, residuo también desechado de la vida urbana. (...)

Atraía a Manuel, sin saber por qué, aquella negra hondonada con sus escombreras, sus casuchas tristes, su cómico y destartalado Tío Vivo, su caballete de columpio y su suelo, lleno de sorpresas, pues lo mismo brotaba de sus entrañas negruzcas el pucherete tosco y ordinario, que el elegante frasco de esencias de la dama; lo mismo el émbolo de una prosaica jeringa, que el papel satinado y perfumado de una carta de amor.
Aquella vida tosca y humilde, sustentada con los detritus del vivir refinado y vicioso; aquella existencia casi salvaje en el suburbio de una capital, entusiasmaba a Manuel. Le parecía que todo lo arrojado allí de la urbe, con desprecio, escombros y barreños rotos, tiestos viejos y peines sin púas, botones y latas de sardinas, todo lo desechado y menospreciado por la ciudad, se dignificaba y se purificaba al contacto de la tierra.
Manuel pensó que si con el tiempo llegaba a tener una casucha igual a la del señor Custodio, y su carro, y sus borricos, y sus gallinas, y su perro, y además una mujer que le quisiera, sería uno de los hombres casi felices de este mundo.»


La busca, Pío Baroja.