domingo, 25 de septiembre de 2011

Puntos de vista

En aquella ocasión, al asomarme a la aceitunada plaza desde la Rúa Mayor, no me fijé en la imponente fachada de la Catedral, sino en el Palacio de Anaya que, desde aquel ángulo, palidecía irremediable e injustamente frente a ella.

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