jueves, 28 de julio de 2011

Con la frente marchita

Sentados en corro merendábamos besos y porros. Y las horas pasaban deprisa entre el humo y la risa...

Siempre parecía sonar la misma canción al entrar en el coche y, como los viajes solían coincidir en domingo, el madrugón, la resaca y el cansancio que inevitablemente provocan las altas temperaturas le daban al ambiente un toque ciertamente singular.
Recuerdo que escuchaba con atención la voz de Adriana Varela entonando los versos de Sabina, sobre todo al final, cuando cantaba eso de «y no volví más a tu puesto del rastro a comprarte...». Todos permanecíamos en silencio lo que duraba la canción. Aunque estuviéramos hablando de algo interesante, daba igual. Comenzaba y nos callábamos, así de simple. Y al terminar, continuábamos hablando como si nada.
Esos acordes se habían convertido, sin que ninguno de nosotros lo pretendiera, en la más exacta encarnación del ocaso de la semana.

miércoles, 27 de julio de 2011

La búsqueda de nada

No veo la tele. Ni veo la tele ni hago deporte. Tan sólo paseo, de vez en cuando, por los lugares de la ciudad más alejados que se me ocurren. Sin predeterminación alguna. El único requisito importante es que en ellos haya vegetación; vegetación y poca gente. No camino en busca de iluminación divina o nuevas historias, ni tampoco para reflexionar sobre cuestiones profundas o filosóficas, simplemente lo hago porque mientras asciendo y desciendo por las innumerables cuestas de la ciudad, soy incapaz de pensar.
La inspiración raras veces me acompaña y, cuando lo hace, se va enseguida. Aun sabiéndolo, extrañamente nunca me doy cuenta de que se ha marchado hasta mucho más tarde, cuando regreso andando, sola, a casa.

domingo, 3 de julio de 2011

Adivinanza

Una suerte de potencia inmensa y acuosa, arrasadora, viva y sin conciencia. La causa última del olvido, la poesía tangible, valiente, húmeda. La despedida, en fin, el beso, el futuro incierto: la lluvia.