Desventurados los que divisaron
a una muchacha en el metro
y se enamoraron de golpe
y la siguieron enloquecidos
y la perdieron para siempre entre la multitud.
Porque ellos serán condenados
a vagar sin rumbo por la estaciones
y a llorar con las canciones de amor
que los músicos ambulantes entonan en los túneles.
Y quizás el amor no es más que eso:
una mujer o un hombre que desciende de un carro
en cualquier estación del metro
y resplandece unos segundos
y se pierde en la noche sin nombre.
Óscar Hahn.
domingo, 6 de febrero de 2011
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