viernes, 25 de marzo de 2011

Untitled

De repente me veo entrando en un bar, aunque no sé en cuál. Su aspecto es de bar de copas que abre a las dos del mediodía.

- ¿Una copa? – me pregunta el camarero desde detrás de la barra.

Estoy a punto de preguntarle qué cree si no que podría querer uno en ese tipo de bares, pero al final decido no hacerlo. Así que tan sólo contesto:

- Sí. Un Martini solo.

- No, solo no. Con sombrilla.

Lo último lo dice sonriendo, y a mí me entran ganas de volver a clase.

- ¿Esperas a alguien?

Ha vuelto con el Martini. Y con la sombrilla dentro.

- Sí, espero a un escritor.

- ¿Lo conozco?

- Puede ser.

- ¿Cómo se llama?

- No tiene nombre.

Se queda un momento callado. Está pensando, y su cara refleja lo complejo de su pensamiento. Finalmente sonríe.

- ¿Es posible?

- Ya lo creo.

- ¿Y cómo lo llamas tú?

- Siempre llama él.

- ¿Cuál es su aspecto?

- El de un tipo que frecuenta bares de copas que abren a las dos del mediodía.

- Elegante, entonces.

- Eso no se duda.

- Tengo buena intuición.

De nuevo, sonríe.

En ese mismo instante, entra un tipo en el bar. Hasta ese momento no me había dado cuenta de que hay media docena más de clientes. Al contrario de lo que pudiera parecer, casi lo llenamos. Es bastante pequeño.

- Disculpa un momento - me dice, mientras va a atender al nuevo.

- ¿Una copa? - le pregunta. Y yo vuelvo a pensar que es una pregunta absurda, tan absurda como la situación.

Estoy bebiendo en un bar sin nombre, hablando con un camarero sin nombre y esperando a un hombre sin nombre. Como su última novela, que no tiene título.

Como la vida. ¿O quizá era ése el título de la novela?

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