No dejaba de preguntarme, ¿sería yo igual que ella? Y mientras esperaba a que el semáforo se pusiera en verde me acordé de aquella vez. Una exagerada analogía se me ocurrió de repente: que entre nosotros se había instalado un muro tan inmenso como la distancia que separaba una acera de otra.
Un muro inmenso e impenetrable.
miércoles, 15 de diciembre de 2010
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