martes, 17 de agosto de 2010

El escaño


En aquel lugar yo no me concebía como un ente aislado, sino que era capaz de reconocerme como parte del Mundo.
El ser humano y la Naturaleza no estábamos desligados, como yo así lo percibía la mayoría de las ocasiones, sino que esa barrera había desaparecido, se había disuelto a medida que mis pasos se habían ido adentrando en la montaña.
Aquél era un magnífico lugar de reflexión. Tenía la virtud de no hacerte sentir un forastero, sino que te permitía fundirte con el paisaje: todo a tu alrededor formaba parte de ti, eras tú. Asimismo, tú eras parte de todo.

Era una sensación realmente asombrosa.

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