jueves, 19 de agosto de 2010

Corazón blaugrana

A sus catorce años, ella tenía más que claro a qué quería dedicar toda su vida. Era impresionante.
Me confesó que yo era la primera persona a la que le confiaba su mayor sueño y, extrañada, le pregunté por qué no se lo había contado a nadie antes. Una seriedad hasta entonces desconocida, que no encajaba con aquellos suaves rasgos todavía algo infantiles, nubló su rostro y contestó con aplastante determinación:

- Porque nadie me va a creer. Todos dirán que son cosas de niñas, que eso es lo que pienso ahora, pero que seguramente luego cambiaré de opinión. Y yo sé que no, fíjate, lo sé desde hace años.

No se lo pregunté, pero me llenó de un orgullo inconmensurable el deducir que, en esos pocos días, ella debía haber visto algo que había conseguido que tuviera la certeza de que yo sí la creería. Y así era.

Cruzamos una mirada, los ojos brillantes. Después, dormimos.

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