Te vi pasar de largo hablando por
teléfono mientras yo esperaba sentada enfrente de aquel antro a que alguna
casualidad nos sucediera. Así que te llamé a voces, y en el mismo momento en
que me miraste y me dijiste con la mano que esperara, supe que acabarías por no
contestarme un mensaje cordial que te enviaría once meses después de
conocernos.
Y por qué por qué por qué lo
hiciste, por qué conseguiste que el estomaguillo se me encogiera hasta el punto
de no precisar un corazón que tirase de mis entrañas porque ya yo toda era sólo
ese punto, ese punto minúsculo de células y mucosa y ácido clorhídrico que
abrasaba los pies, las manos y hasta la garganta.
Me quedé muda. Muda de dolor y de
vacío.
Y ahora que finjo que has muerto,
que te ha pasado algo y que ya no existes más en este mundo, el hueco de la
Tierra que habitaba tu nombre ha terminado por destruir nuestro planeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario